Recorrió el pasillo conteniendo la respiración y tiritando. Salir de la cama a la fría madrugada de enero era una proeza. Desde la puerta de la salita, vio los paquetes que se recortaban a la tenue luz que se colaba en la estancia. Había merecido la pena. Los Reyes Magos habían venido.
Nuria Condor
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