Nací en una estancia vacía. Quizás por eso, siendo aún niño, aprendí a hablar con las paredes. Mi adolescencia se metió de lleno en una estancia vacía donde el eco era mi único compañero de piso. Como si estuviera jugando a una mesa de pinball en los tumultuosos y madrileños años 80. En mi etapa adulta compartí cama con mujeres vacías y en estancias vacías. La costumbre me hacía el vacío. Pues cada vez que intentaba pensar, mis pensamientos chocaban contra las mismas paredes. Andando, casi reptando, llegué a la vejez. En aquel asilo lleno de estancias vacías, de soledad y olvido. Hasta que, un día, la parca vino a por mí. Deseé que allá arriba hubiera una estancia vacía. Mas, me equivoqué. El vacío de mi vida se vio lleno con las palabras de tanta gente que había fallecido en vidas vacías. Napoleone
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