Reseña de Alicia Poza
oy tengo el placer de realizar la primera presentación en sociedad de la nueva novela de Isabel María Abellán. Quiero dar las gracias a la autora y a la editorial por haber elegido Santomera y su Taller de la Memoria para anunciar públicamente la aparición de esta obra. Isabel María y yo nos conocimos hace ya muchos años. Las dos dábamos clase en el IES de Almoradí. Era su primer año como profesora de historia, mientras que yo impartía filosofía desde años antes en ese centro. Allí gestamos una amistad que se ha prolongado a lo largo de los años. Después de Almoradí, Isabel María fue trasladada a Albatera y en este pueblo encontró una fuente imprevista de inspiración literaria y de información para su investigación histórica. Albatera le proporcionó a Isabel María la oportunidad de escribir su primera novela, La línea del horizonte, sobre la vida en el campo de concentración de Los Almendros. Un campo cuya existencia yo desconocía hasta que leí la novela de Isa. Mi desconocimiento de este campo de concentración, y de muchas historias ligadas a la Guerra Civil española y al destino de los republicanos en la posguerra, no se debía a mi desinterés por estos temas, sino al silencio con el que los vencedores de la guerra han rodeado todo lo relacionado con ella y con el posterior régimen franquista. Es difícil que los vencedores escriban objetivamente la historia de los vencidos. La historia de Isidro es la historia de un vencido superviviente, de un exiliado interior, y es la expresión del compromiso de Isabel María con la recuperación de la memoria histórica. Tenemos que dar gracias, pues, a Isa por esta novela a la que podríamos calificar de histórico-biográfica. Isidro es algo más que un “relato del campo de concentración de Albatera”, como se indica en el subtítulo. Es un mosaico de imágenes e historias que tienen como escenario la Guerra Civil española y que giran en torno a las vivencias de Isidro, un miliciano anarquista que participó en esa guerra. La novela relata bastantes sucesos que no tienen que ver con el campo. El subtítulo, por tanto, no hace justicia al contenido del texto. Quizá un título más adecuado habría sido “recuerdos de la Guerra Civil de un joven miliciano anarquista”. Es una obra que nace de la transmisión oral, en la que se intercalan tiempos distintos e historias distintas, y que logra lo que pretende: trasmitir las experiencias fragmentarias de una vida que ha sido obligada a permanecer en silencio, y divulgarlas más allá de las cuatro paredes de la casa de Isidro. Esta historia novelada me ha llamado la atención, entre otras cosas, porque es muy cinematográfica, podría ser un guión de cine. En algunos fragmentos podemos imaginar en movimiento las imágenes que nos describe. Por ejemplo, en el comienzo de la novela encontramos este fragmento: “Con la llegada de la noche, desde un altavoz, una voz iba leyendo los nombres de los que tenían que dirigirse al barracón de los fusilados. Cada día a la misma hora, todo se detenía. Se hacía el silencio. Sombras oscuras iniciaban entonces un lento recorrido entre los presos. Unos estaban sentados en círculo, otros, tumbados sobre la áspera tierra.” Frases cortas y expresivas que muestran muy plásticamente la escena. El narrador, en la mayor parte de la historia, es un narrador omnisciente, pero en algunos capítulos la voz narrativa cambia y pasa a la primera persona de singular. Y esto ocurre con la voz de un personaje femenino que se entrecruza con la voz narrativa principal: Kate. Isabel María utiliza a esta judía alemana para ponernos al tanto de qué es lo que ocurre en Europa, y en concreto en Alemania, durante los años de la Guerra Civil española. El antisemitismo se extiende, los judíos son perseguidos y ya se anuncia el triunfo del nazismo. Esta contraposición de voces le sirve a la autora para contextualizar los hechos que estaban sucediendo en España, relacionándolos con el ambiente convulso que se estaba viviendo en Europa. Por otra parte, el personaje de Kate muestra cuál es el papel que les era asignado a las mujeres durante el conflicto bélico: el de enfermeras, cuidadoras o cocineras… Esta novela es una historia que se compone, a su vez, de numerosos relatos que se articulan alrededor de la historia principal y que pueden ser leídos de manera independiente. Por ejemplo, la historia del alcalde de un pueblo de Málaga, la historia de Pedro, o la historia de una maleta. La autora se muestra así como heredera de la tradición cervantina, tan amante del relato dentro del relato. En la novela aparecen el hambre, la persecución, la enfermedad, la muerte y la guerra, junto con la bondad, la generosidad, la humanidad, el ingenio, la picaresca y el humor como modo de supervivencia. En una palabra, todos los males y las virtudes de la naturaleza humana. Me gusta la forma en que se abre y se cierra la obra: empieza al borde de la muerte y se cierra con la vuelta a la vida. Una historia de sufrimiento y muerte que termina siendo un canto a la vida que continúa. Isabel María logra dar una imagen entrañable, amable de Isidro, al tiempo que relata su lucha por la existencia y las artimañas que le ayudan a sobrevivir. Muestra que, incluso en los contextos más violentos, se dan signos de humanidad entre personas que se suponen enemigas. Nos revela, a través de su relato principal y de los otros relatos que lo acompañan, unos hechos que no han llegado fácilmente hasta nosotros, porque los vencedores se han encargado de cercenar y silenciar una parte importante de nuestra historia. Le da voz a esa parte silenciada y, con ello, hace una labor de recuperación y de reparación que es elogiable. Porque, como decía la escritora Isak Dinesen, “todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas.” Los dibujos realizados por Isidro y que acompañan el relato, en su simplicidad, son tremendamente expresivos: muestran cuál era la situación inhumana en la que vivían los presos en el campo. Llama la atención que una persona de 90 años haya tenido todavía la capacidad de realizarlos y denota la intensidad con la que Isidro vivió aquellos acontecimientos. Estoy segura de que la lectura de esta obra no dejará indiferente a nadie que se adentre en sus páginas. Yo la recomendaría especialmente a nuestro alumnado de bachillerato, porque es una obra de lectura fácil y directa, y rompe con la visión parcial y sesgada que nos han dado de nuestra historia más reciente. Santomera, 29 de abril de 2016.