El tío Luis regresó a Murcia por vacaciones. De su mano llevaba a una chica rubia, como el canario del abuelo Tomás, aunque su trino no era tan fino, ya que cuando abría la boca parecía más bien que estaba comiendo gachas. La comida de bienvenida resultó alegre y divertida. Mi madre, como siempre, dicharachera, le explicó «en indio» en qué consistía aquel postre. «Pajarote», decía. «PA-PA-RA-JO-TE», le contestaban. Y nosotros como niños, expectantes, no queríamos perdernos el instante en que diera el primer bocado. Ana María Albaladejo García
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