Los postres estaban sobre los cuerpos desnudos de Él y Ella, un invento traído del oriente a la huerta murciana. Ginés escogió con su boca una fresa entre los labios de Ella. Fuensanta relamió el dulce de leche sobre el pene de Él, hasta conseguir el mástil de un bergantín… Así continuaron saboreando los placeres sobre senos y montes de Venus hasta acabar con las existencias, pero Ella guardaba un secreto. Cuando abrió las piernas, el paparajote estaba ahí, Fuensanta lo relamió y excitada por la flor y la canela, le pidió a Ginés que la arrempujara allí mismo. Rafael Hortal Navarro Volver a Concurso de Microrrelatos “Paparajote” >>