El teniente Palomares de la guardia civil entró en la estancia sabiendo que allí se iba a encontrar lo que la señora de la casa le había contado entre sollozos.Lo acompañaba un joven recién salido de la academia que al entrar se llevó su mano a la cabeza al ver el desaguisado. Palomares escudriñó la habitación con ojos expertos; libros apilados en la mesa, signos de lucha… y un cadáver que se encontraba sentado en un sillón con un abrecartas clavado en el ojo. Se aproximó al cadáver con cautela y lo observó con detenimiento; descubrió que en la mano tenía el jirón de una camisa ensangrentada. Se colocó los guantes, lo cogió y olió; un perfume embriagador de mujer le rodeó por completo. Al observar que venía el forense se apartó del cadáver y se dirigió hacia el pasillo. Se acercó a la viuda y le preguntó: — ¿Su marido tenía una amante?
Alfonso R. Rebollo