Se fue. Dejó la puerta entreabierta, la que da al jardín. El sol estaba justo en medio del día cuando lo confirmé. La perra daba vueltas alrededor de la casa, no reconocía ningún aroma amigo. El tiempo es un tsunami de la memoria, seco, tsunami desértico en esta ciudad. Chisporrotearon mis ojos cuando la vecina radar disimuló su alegría por su marcha. El gesto leve de la comisura de los labios, un ligero alzamiento maligno de sus cejas. El olor del limón vino a repoblarme al cruzar la cocina. El último paparajote caía en los picos de tres gorriones.

Violeta Nicolás.

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