Entrevista a Emilio Soler

Descubrimos el “escondite” de Emilio Soler.

 

 

Emilio Soler Poveda (Blanca, Murcia, 1975) es un ser polifacético. Maestro, monitor de baloncesto, tuno, panochista, escritor costumbrista… y poeta. Ahora, La Fea Burguesía acaba de editar su primer poemario, El sueño del escondite.

 

  • Para comenzar, vamos a dar una buena pista al lector: ¿Qué es El sueño del escondite?

“El sueño del escondite” es una expiación, una huida valiente. Al fin y al cabo este poemario pone sobre la mesa miedos y convicciones, inseguridades y reafirmaciones, luces y sombras. Y entre todo esta vorágine de impactantes emociones se encuentra el poeta, desnudo, frente al espejo dándose de bruces con esa verdad que llevaba tantos años maquillando y escondiendo. Una vez que se da por vencido y deja de luchar, entonces es cuando comienza a verse sin miedo y con ternura, de manera crítica pero con regocijo. Este conjunto de poemas es un abrazo a todos los defectos y errores que creyó cometer a lo largo de los años. Y en ese crecimiento de caer y volverse a levantar, la figura femenina adquiere cuasi omnipresencia.

En definitiva, “El sueño del escondite” es Emilio Soler. Allí, en ese sueño, soy yo y nadie más. Soy escritor de mis propias letras.

  • En Murcia, eres conocido por el gran público como panochista… y muchos se van a sorprender a descubrir tu parte más lírica. ¿Cómo crees que van a recibir los lectores este cambio de registro?

Tengo total convencimiento de que este libro va a tener gran acogida. La gente me parecía –o eso creo-, y aparte de mi faceta más conocida en la literatura costumbrista de nuestra Región, el lado lírico no es del todo ajeno a las personas que conocen mi obra. Dicho esto, estoy tan satisfecho con el resultado final, con el conjunto de poemas que intenta contar una historia con principio y final, que lo demás será fruto del destino. Además, con un prólogo tan brillante en ejecución y sentido en emoción a cargo de mi gran amigo Juan Tomás Frutos, y unas ilustraciones compuestas por una serie de cuadros elaborados exclusivamente para el libro por parte de mi otro gran amigo Álvaro Peña, es muy difícil que no guste. Todo esto ensamblado La Fea Burguesía de manera tan cuidada y elegante, dentro de la serie de poesía de la editorial, hace que me sienta feliz y satisfecho. ¿Qué más puedo pedir? Lo que venga, siempre será un plus a mi alegría.

  • ¿Qué han supuesto las mujeres en tu vida?

Mucho. Casi todo. Han supuesto hacerme verme, evidenciar miedos sin echar a correr –esto lo aprendí por ensayo-error, después de errar mucho-. Mis experiencias con las mujeres han cambiado la concepción de tantos estándares de esta sociedad absorbida por los tópicos peliculeros de melodramas americanos: la media naranja, el “sin ti no soy nada”, “eres la persona que siempre soñé”, el enamoramiento ciego y dependiente,… Tantas cualidades históricamente asignadas al modelo de amor entre una mujer y un hombre, que hacen infelices a tantos y tantos resignados y resignadas a quedarse para no salirse del canon social.

¿Qué me han enseñado las mujeres? Casi todo. Cada una en su momento –debo decir que cada una es diferente y me legó una parte del puzle de mi devenir-, aportó un trazo diferente con el que componer el cuadro que ahora cuelga en mi particular sala de estar, el cual contemplo cada día y del que me siento satisfecho. Solo tengo palabras de agradecimiento a las autoras.

  • Una curiosidad: el poeta ¿nace o se hace?

Pregunta recurrente y tan difícil de responder. ¿Nace o se hace? Pues no sé qué decirte. Mi camino como poeta comenzó de una manera particular. Mi padre fue poeta costumbrista, panochista y perraneo oficial de Blanca, y su sueño era que yo siguiera sus pasos, cosa que no pasó. Pero por avatares del destino, una mala enfermedad hizo que en 2005 no pudiera dar el pregón de las fiestas de mi pueblo, y lo escribió para que yo lo recitara. Accedí gustoso y honrado, como no podía ser de otra manera, y recité ante un parque de las verbenas repleto de paisanos –era así cada vez que mi padre recitaba en panocho- y él en primera fila contemplado a su primogénito leer sus versos murcianos. Al año siguiente, falleció meses antes de las fiestas de primavera. Entonces, sin pensarlo, decidí escribir un bando panocho y recitarlo como tantos años había hecho mi padre, para seguir con la tradición. Y, de golpe, con treinta años me ví inmerso en la literatura y enredado en el mágico mundo de la poesía. ¿Me hice poeta? ¿O es algo que anidaba latente en mi interior?

Volviendo a la pregunta que me has formulado, no sabría contestarte.

 

 

 

 

 

Todo buen lector construye a lo largo de su vida su propia biblioteca, una trayectoria de obras que trazan un camino único e inimitable. Tan solo con haber leído una obra en un momento diferente, esa trayectoria, sin lugar a dudas, habría terminado siendo distinta:
Es el ADN literario.

 

¿Te gustaría conocer el de Emilio Soler? Estos son los libros que más han marcado su recorrido intelectual:

«El Principito«, Antoine de Saint Exuperie.
«Veinte poemas de amor y una canción desesperada«, Pablo Neruda.
«El nombre de la Rosa», Umberto Eco.
«El señor de los anillos», J. R. R. Tolkien.
«La sombra del viento», Carlos Ruiz Zafón.