Era una persona de las afueras. Su huerto era su mundo. Acudía a la ciudad, donde anhelaban los productos de su huerta.
Cuando veía ese torrente espeso, denso y opaco, llamado
Segura, le envolvía una pesadilla: “su huerta muerta”. Virgen de Dios, santiguabase ante la virgen del puente, la Virgen de los Peligros, y como siempre encaminabase a esa replaceta de la catedral, llamada Cardenal Belluga, donde gentes a tropel y lugares invadían su actividad visual.
Pero su predicción era esa tienda, “el Paparajote”, donde comprar souvenir y “murcianismos” de esa ciudad criminal, que a su río quería matar.
Jorge Vidal Pujante