Con aire grave, agitando las blancas sábanas en las carrerillas a su paso, el taconeo de los médicos por el pasillo presagiaba un trágico desenlace. Por la puerta entreabierta del pabellón veíamos a los familiares cuchichear con los doctores. Breves silencios y un largo mohín...un sollozo con sordina y caras largas. El vecino que tenía de cama, hombre rudo de la huerta, me lo confirmó con pesadumbre: -¡Así acabaremos todos! -¿Que ha sido?, ¿es Nicolás?, pregunté. Alzó la vista hacia las colañas del techo..... -Debe haberle dao un paparajote.... ¡pobre Colás!
Juan Martínez Acosta
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