Extrajo suavemente la hoja de la rama, poniendo especial cuidado en no quebrarla, como si se tratara de una valiosa y frágil porcelana. Había estudiado los viejos limoneros durante horas, buscando la hoja más bella y tierna con la que elaborar el más delicioso paparajote.

La colocó en las manos extendidas de Marta.

-Gracias-le dijo ella-¡Es maravillosa!

Tomó su cintura entre las manos y la besó. Y al calor del abrazo bañado del sol de primavera, la hoja del paparajote voló entre suspiros, suspendida en el aire de un dulce deseo de canela y limón.

Jesús Barrero Flórez

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