Aquella lluviosa tarde, el PAPÁ del niño trataba de explicarle las conjugaciones verbales. Su hijo no acababa de entender la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo “rajar”. Tras un instante de duda, el vástago digo “yo RAJO”. Premio para el zagal. Desde crío, se había habituado a beber infusiones con la abuela Eusebia. Por eso, aquella tarde el premio para el pequeño estudiante consistió en un TE verde de la mejor categoría. Para el padre, por su infinita paciencia, un buen papajarote y un café de puchero recién hecho. Fernando H.B.
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