Relámpagos atronadores se hacían notar, mientras Tomasa, con una habilidad innata mezclaba los ingredientes siguiendo la formula familiar. Se esmeraba en conseguir el sabor perfecto: dulce delicado, masa no empachosa, toque de canela y sutil sabor a limón. Como todos los años, en la noche de difuntos, pensaba llevarlos a la mesita de noche junto a la vela encendida. A su Ramón le volvían loco. Se perfumaría y esperaría su llegada en la cama inmaculada, pero un relámpago cercano iluminó la ventana que daba al huerto, vio a Ramón mirándola con deseo. Le dio un paparajote y cayó al suelo. Rafael Hortal Navarro
Volver a Concurso de Microrrelatos “Paparajote” >>