Romy fue hacia la cocina.

Advirtiendo la presencia de humo, el robot hizo unaltoantelateladelaentrada y conmutó la orden “adlant” por la de “detn-t”.

Emitió un chasquido, que se mezcló con el crepitar de algo que, además, olíalimón.

Marina vio a la máquina quieta, indecisa: “¡mamá!, Romy ha venido” “Acércalo, cielo, que registre la receta de la abuela”

La niña, presurosa, lo empujó con sus manitas hacia el interior.

“Toma, Romy”, dijo la madre, acercándole un paparajote. El robot, al parecer por los efluvios del aceite, se desplomó.

 

Francisco Javiér García López